El pueblo que se desconectó del mundo para estudiar las estrellas

Green Bank, Virginia Occidental, se encuentra en una zona de
silencio radioeléctrico creada en 1958.
El telescopio de Green Bank, al que los lugareños suelen
llamar «The Great Big Thing», es el mayor radiotelescopio totalmente dirigible
del mundo. Mide 148 metros de alto y su antena principal ocupa un área de 9.307
metros cuadrados.
En algún momento de 1962, en Green Bank, Virginia
Occidental, un avión Cessna monomotor apareció entre las nubes con la punta
apuntando hacia el suelo.
El avión había aparecido de la nada en un día cubierto que,
de otro modo, habría sido normal. Mientras se precipitaba hacia el suelo, el
piloto avistó una franja de aterrizaje que había sido excavada en los campos
circundantes. Se elevó ligeramente y se dirigió hacia la pista de aterrizaje
rústica, logrando aterrizar la aeronave de forma segura. Temblando, salió de la
cabina y miró a su alrededor.

En un paisaje de montañas curvadas y unas cuantas granjas
sobresalía un cúmulo de telescopios. Casi había chocado contra uno de ellos,
una estructura gigantesca con una antena de 91 metros de diámetro; otra más
pequeña y menos visible acababa de usarse para examinar el cosmos en busca de las
primeras señales de vida extraterrestre inteligente.
«Pensé que estaba soñando o que había muerto», contó el
piloto a Frank Drake, que entonces dirigía los telescopios que se
extendían sobre los campos.
El piloto, un mayor de la Fuerza Aérea que había tenido
problemas durante un vuelo rutinario, había aterrizado sin darse cuenta en unas
instalaciones dirigidas por el Observatorio Nacional de Radioastronomía
estadounidense (NRAO, por sus siglas en inglés). Allí, los científicos estaban
llevando a cabo una de las investigaciones cósmicas más vanguardistas de la
época en el núcleo de la zona nacional de silencio radioeléctrico establecida
por las autoridades federales, una región de casi 33.700 kilómetros cuadrados
creada en 1958.
Incluso hoy en día, la radio y el wifi están prohibidos en
la zona; las restricciones son aún más estrictas en torno al observatorio. Los
vehículos que mantienen la colección de telescopios de las instalaciones forman
parte de una flota de reliquias de los años 50 y 60 o son camiones con motores
diésel, ya que las bujías de los coches de motor de gasolina actuales crean
interferencias que obstruyen los datos que los astrónomos pretenden captar.
Es por eso que también se prohíben móviles, teléfonos
inalámbricos y cámaras digitales en la zona, que los microondas se encuentran
dentro de compartimentos metálicos que bloquean las interferencias y que las
personas que viven y trabajan en Green Bank se hablan en persona.

Debido a los límites tecnológicos, la zona en torno a Green
Bank atrae a personas que quieren vivir fuera del sistema. Eso incluye a Diane
Schou, que se autoproclama «refugiada wifi» y supervisa su casa constantemente
en busca de radiación electromagnética.

Debido a los límites tecnológicos, la zona en torno a Green
Bank atrae a personas que quieren vivir fuera del sistema.
Los fotógrafos Paul Kranzler y Andrew Phelps pasaron varias
semanas en 2015 documentando el lugar para un libro publicado recientemente
llamado The Drake Equation, título que se debe a la fórmula que calcula el
número de civilizaciones detectables en la Vía Láctea (a mi padre se le ocurrió
el año anterior a la aparición del piloto).
«Tanto Paul como yo tenemos interés por fotografiar paisajes
que moldean la forma de vida de la gente», afirma Phelps, comparando los
enormes telescopios que llenan este valle apalache con setas gigantes. «Este
valle fue un lugar maravilloso donde comprobar cómo la ciencia ha moldeado el
desarrollo —o el no desarrollo— de un pueblo y cómo la demografía de la zona es
tan diversa, de astrofísicos a cazadores de osos, pasando por personas con
electrohipersensibilidad»

En Green Bank, el tiempo transcurre de forma extraña. Hace
medio siglo, mientras los habitantes de Virginia Occidental mostraban con
orgullo modernas lavadoras en sus porches delanteros, los científicos del NRAO
llevaban a cabo el Proyecto Oxma, la primera búsqueda científica de alienígenas
inteligentes. Otros equipos examinaban planetas, observaban el núcleo de
nuestra galaxia y estudiaban la estrella más cercana.
Hoy, el observatorio y la localidad de Green Bank, que
actualmente cuenta con 150 habitantes, son tan desiguales como antaño.

La ciencia que tiene lugar en el actual Observatorio de
Green Bank sigue siendo igual de innovadora y los equipos emplean el mayor
radiotelescopio completamente dirigible del mundo para estudiar galaxias
lejanas, las estrellas muertas que rotan a toda velocidad, física fundamental y
señales de vida extraterrestre. Pero el propio pueblo es casi igual a cómo era
hace unas décadas. Quizá un poquito más grande y con una tienda de la
franquicia Dollar General y servicio de reparto de pizzas, pero sin las
tecnologías que definen y en ocasiones abruman la vida moderna en gran parte
del mundo.
Como resultado, Green Bank es uno de los pocos lugares que
sirven como refugio a quienes sufren una enfermedad polémica y misteriosa
conocida como síndrome de hipersensibilidad electromagnética. Supuestamente,
las energías vinculadas a las comunicaciones inalámbricas producen sarpullidos,
dolores de cabeza u otros padecimientos. Aunque la ciencia y la medicina no
están convencidas de que el wifi sea el culpable, una serie de personas han
huido a Green Bank para aliviar sus síntomas.
«Conocimos a varias personas cuyas historias eran bastante
convincentes y no nos dio la sensación de que vivieran aquí por voluntad
propia, sino por necesidad. En otros casos, cuando escuchas las historias de
sus vidas, te das cuenta de que siempre han estado huyendo de algo», afirma
Phelps.
«Conocimos a gente rica que se había comprado casas
preciosas y enormes y a familias que vivían en casas móviles en el bosque.
Conocimos a arquitectos, pilotos, médicos, exmilitares que se habían mudado a
la zona, todos ellos afirmando vivir sin dolor por fin».
Kranzler y Phelps documentaron todo esto en su nuevo libro.
A través de sus imágenes, aparece la realidad carismática y distorsionada de
Green Bank, pero como ocurre con los mundos desconocidos, es un lugar que debe
vivirse para entenderse. Como recuerda Phelps, comenzaron un día épico con una
caza de osos simulada y acabaron dentro de la antena del Telescopio de Green
Bank.
«Estar en medio de este hermoso fragmento de equipo
científico y contemplar los bosques, donde horas antes estábamos corriendo con
perros, fue casi demasiado para comprender».

¡INTERESANTE! Nunca me había fijado en esto y me gusto como lo realizaste
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