Así pensaban los expertos de la era Apolo que viviríamos en la Luna
En los años 60, estos artistas se basaron en la mejor
ciencia del momento para mostrar cómo podrían vivir y trabajar los humanos en
la Luna.
En 1964, los artistas Pierre Mion y Davis Letzer trabajaban
en una habitación privada ilustrando los planes de la NASA para la Apolo 11, la
misión Apolo que finalmente llevó a los primeros humanos a la Luna en 1969.
«Vimos los planos reales de la nave, era información
clasificada», recuerda Mion. «Estábamos literalmente encerrados en ese cuarto».
Sus ilustraciones de varias misiones lunares —y algunas
predicciones sobre los próximos pasos de la vida lunar— aparecieron en National
Geographic y en otras revistas de la era Apolo, ofreciendo a los ansiosos
lectores imágenes de la exploración de otro mundo basadas en la mejor ciencia
de la que se disponía en la época.
«Conocer el futuro podría haberle quitado parte del
romanticismo al vuelo espacial», escribe en un email Matthew Hersch,
historiador científico en la Universidad de Harvard. «Pero saber que las naves
reales volarían a la Luna lo compensó con la emoción del público».
Imaginando la Luna
Una ilustración del módulo lunar Eagle volando sobre la
superficie lunar, que apareció en el número de marzo de 1964 de National
Geographic, incluye un paisaje lunar no muy diferente a los de las imágenes por
satélite que vemos hoy en día. Sin embargo, a principios de los años 60, la
idea de un terreno lunar plagado de cráteres estaba en la vanguardia de la
geología planetaria.
Algunos científicos de la época pensaban que, sin lluvia ni
viento que erosionaran la superficie, la Luna tendría montañas hostiles e
irregulares. A otros les preocupaba que el polvo lunar estuviera tan suelto que
cualquier cosa que aterrizara se hundiera en él por completo.
La ilustración de Mion es precisa porque trabajó
estrechamente con el artrogeólogo Eugene Shoemaker, cuyo estudio de los
cráteres de la Luna demostró que nuestro satélite natural está cubierto de una
fina capa de fragmentos llamada regolito.
«Si colaboró con Shoemaker, no podría haber trabajado con
nadie mejor en aquella época», afirma Tom Watters, científico del Centro de
Estudios Terrestres y Planetarios del Museo Nacional del Aire y del Espacio del
Smithsonian. «Las investigaciones de [Shoemaker] fueron unas de las más
fundamentales en las ciencias planetarias».
Actualmente, Watter es coinvestigador en el Lunar
Reconnaissance Orbiter Camera, o LROC, que orbita alrededor de la Luna y saca
fotografías en alta resolución de la superficie. La cámara puede distinguir
objetos de menos de un metro de ancho en la Luna, entre ellos los restos de los
lugares de alunizaje del Apolo y las huellas de los astronautas.
Watters comparó las imágenes de la LROC del lugar de
alunizaje de la Apolo 11 con una imagen de diciembre de 1969 de Mion del módulo
lunar despegando, una perspectiva imaginaria basada en parte en las fotografías
sacadas por Neil Armstrong y Buzz Aldrin mientras caminaban sobre la Luna.
«Es una representación bastante buena», señaló Watters. «No
está nada mal».
De la ingeniería al arte
Los ilustradores también llevaron esta atención al detalle y
a la precisión científica a obras más predictivas.
Un análisis más cercano de la ilustración de 1969 de Meltzer
de una colonia lunar revela una cafetería, una granja hidropónica y un partido
de pimpón. Según el pie de foto original, «un pequeño observatorio estudia los
cielos, no atenuados por la atmósfera terrestre». En la distancia, un «cohete
de pasajeros» está a punto de regresar a la Tierra.
Y lo más importante, la base se encuentra casi totalmente
bajo tierra para proteger a sus habitantes de la radiación, las temperaturas
extremas y otros peligros a los que se enfrentarían en la superficie sin aire
de la Luna. Por ejemplo, entre 2009 y 2016, LROC observó más de 200 nuevos
cráteres de impacto en la Luna que medían hasta 42 metros de diámetro.
«Esta no me impresionó tanto en términos de exactitud del
terreno, sino por la idea de cómo construir un hábitat lunar», afirma Watters.
«No querrías tener un hábitat lunar en la superficie y que colisionara algo que
pudiera crear un cráter de 10 metros».
Mientras obtenían imágenes de la superficie lunar, el equipo
de LROC también identificó ubicaciones que podrían ser idóneas para bases
lunares. Watters dice que uno de los mejores candidatos sería un túnel de lava,
una gran caverna que quedó tras un antiguo flujo de lava lunar. Construyendo
una base en un túnel de lava, los futuros colonos podrían ahorrarse el largo
proceso de tener que excavar bajo tierra.
Hacia arriba, hacia delante
Cuando se publicó la ilustración de Meltzer de la base
lunar, una colonia lunar parecía el siguiente paso lógico en la exploración
espacial. Junto a la ilustración de Meltzer se citaba The Promise of Space,
libro de Arthur C. Clarke de 1968: «Es raro pensar que, en pocos años,
cualquier astrónomo aficionado con un buen telescopio será capaz de ver las
luces de las primeras expediciones, brillando donde nunca podría haber
estrellas, en de los brazos de la luna creciente».
Pero hasta ahora, ningún país lo la logrado. Después de que
los primeros astronautas estadounidenses llegaran a la Luna en 1969, Hersch
afirma que «el cambio de prioridades, las dificultades económicas y la guerra
de Vietnam restaron financiación a los programas de seguimiento». El último
astronauta que pisó la Luna, Eugene Cernan, abandonó la superficie lunar en
diciembre de 1972.
Sin embargo, conforme la NASA sigue progresando con
asociaciones para vuelos espaciales comerciales y su próximo cohete capaz de
transportar humanos al espacio profundo, el Space Launch System, estas
coloridas visiones nos recuerdan el potencial de la humanidad y nos alientan a
seguir aspirando a lo más alto.
Adius. Hasta la Próxima.
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